Sí, Taxi Driver son palabras mayores, pero para hablar de ella solo tenemos las palabras de siempre, así que de momento les presento a Travis Bickle (Robert De Niro), un insomne con las habilidades sociales de una cucaracha y muchas ganas de que el mundo sea mejor…
El tándem que formaron Martin Scorsese y Paul Schrader fue un pozo de petróleo para el cine, sacaban oro negro de sus tripas, llamaban a De Niro, a Harvey Keitel, y a tres más, nos dejaban en estado de shock y se ponían a otra cosa.
En cuanto a Travis Bickle, que se va enfureciendo porque nada le va bien, porque Nueva York le parece una pocilga, porque ha regresado tocado de la guerra de Vietnam… puede que sea uno de los personajes más sinceros de la historia del cine.
La música de Bernard Hermann nos acerca, tirando de un hilo muy fino, al alma de ese desgraciado de Bickle, que cargado de buenas intenciones, tratando de salvarse, lleva en su primera cita a Cybill Shepherd hasta la butaca de una sala X.
¿Cómo iba a saber él que a ella le ofendería? Ni Travis entiende el mundo, ni el mundo lo entiende a él.
Martin Scorsese le anima, y sentado en el asiento de atrás del taxi de Bickle le explica cómo va a matar a su mujer, la que está en el piso de arriba, el que se ve iluminado. La noche se está volviendo en contra del taxista, una jovencísima Jodie Foster, prostituta, ingenua y medio hecha no entiende que Travis trate de “salvarla”. ¿De qué? ¿Para qué?
Así que Travis, para arreglar el mundo, Nueva York en este caso, en vez de ponerse a leer se compra un revolver y afila su cuchillo.
Palabras mayores. La película cuyo remake es imposible.
